Reseña de Final Destination: Bloodlines: La muerte nunca ha sido tan divertida ni tan ingeniosa

Después de haber permanecido inactiva durante más de una década, la serie Destino Final hace su regreso con Final Destination: Bloodlines, y la espera valió totalmente la pena.
Reseña de Final Destination Bloodlines: La muerte nunca ha sido tan divertida ni tan ingeniosa

Tras más de una década de inactividad, la serie Destino Final regresa con un toque de humor con Destino Final: Bloodlines, y la espera valió la pena. La escena del terror, antes mortalmente seria, últimamente ha sido dominada por el subgénero "elevado", que prefiere historias cargadas de trauma y terror psicológico. Pero Bloodlines es lo suficientemente audaz como para recuperar la diversión, y no solo con escenas de muerte innecesarias. Esta sexta entrega reinventa la franquicia con sabiduría, combinando una narrativa de alto concepto con la alegría pura que adoran los fans.

Un comienzo muy bueno

En cuanto comienza la película —nada menos que en 1968—, es evidente que Bloodlines opera a un nivel diferente. Conocemos a Iris (Brec Bassinger), una joven elegante que se dirige a una cita elegante en la azotea de un restaurante con suelo de cristal y vistas impresionantes. Todo es música romántica e iluminación de cuento de hadas hasta que... bueno, deja de serlo.

Ya saben lo que viene —esto es Destino Final, claro—, pero la secuencia de la premonición es una lección de tensión y ritmo. Y sí, un niño mimado sí que es aplastado por un piano que se derrumba. Pero eso es solo la guinda del pastel de una catástrofe de humor negro y exquisita coreografía, que es como una mezcla de Mad Men y Looney Tunes, y mejor por ello.

Reescribiendo las reglas de la muerte

Lo que distingue a Bloodlines del resto es cómo redefine la estructura misma de la franquicia. Mientras que las películas iniciales seguían a desconocidos que intentaban escapar del plan de la muerte, Bloodlines se adentra en la trama, en más de un sentido. La maldición ahora permea la línea familiar.

Iris sobrevive a su premonición (más o menos), y décadas después, su nieta Stefani (Kaitlyn Santa Juana) sufre visiones de la misma tragedia. Regresa con su familia distanciada, descubriendo secretos, resentimientos y una larga y creciente lista de familiares fallecidos. Es una decisión arriesgada: nos ofrece un reparto principal con verdadera química, una historia real y razones genuinas para preocuparse, sobrevivan o no.

Y milagrosamente, da resultado.

La muerte se vuelve personal (y divertida)

Desde equipos de jardinería defectuosos hasta máquinas de resonancia magnética descontroladas, las secuencias de asesinatos son tan exageradas y creativas como siempre, pero también más incisivas, cómicas e inesperadamente sentimentales. Hay un matiz de humor físico que recuerda más a Buster Keaton que a un festival de sangre, pero que aun así ofrece la dosis de sangre que los fans más fieles esperan.

Las referencias a los momentos más álgidos de la franquicia, como ventiladores de techo, troncos y autobuses amenazantes, se encuentran dispersas como huevos de Pascua letales. Sin embargo, no son meros caprichos para los fans; forman parte de una estructura inteligente y autorreferencial que rinde homenaje al pasado a la vez que crea una nueva y atractiva dirección.

Reseña de Final Destination Bloodlines: La muerte nunca ha sido tan divertida ni tan ingeniosa
Reseña de Final Destination: Bloodlines: La muerte nunca ha sido tan divertida ni tan ingeniosa

El regreso de Bludworth (y la última reverencia de Tony Todd)

En lo que quizás sea el momento más conmovedor de la película, Bloodlines le brinda al ícono del terror Tony Todd una última interpretación como William Bludworth, el misterioso director de pompas fúnebres que siempre ha tenido más ases bajo la manga de los que deja entrever. Todd, quien falleció antes del estreno de la película, interpreta un monólogo improvisado que sirve como núcleo emocional de la película: un recordatorio para apreciar la vida incluso cuando la muerte acecha a la vuelta de la esquina.

Es el tipo de sentimentalismo inesperado que le da a Bloodlines su ventaja: debajo de todo el caos, se trata del legado, el dolor y las cicatrices generacionales que llevamos.

Reflexiones finales: una reinvención revolucionaria

Destino Final: Linaje no es solo la mejor entrega de la franquicia desde el legendario accidente de carretera de la Parte 2, sino posiblemente la mejor de toda la franquicia. Los directores Zach Lipovsky y Adam B. Stein logran un equilibrio tonal entre lo exagerado y el terror realmente serio, y lo logran con aplomo.

Sí, tiene sus defectos: algunos efectos caen en lo cursi y el clímax no termina de aterrizar, pero son pequeñas fallas en una aventura por lo demás brutal. Con sus ingeniosas muertes, su encantador reparto y la ingeniosa reinvención de una fórmula trillada, Bloodlines insufla nueva vida a la muerte misma.

Para los fanáticos antiguos y nuevos, este es el Destino Final que estaban deseando ver.

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